El 29 de julio Santa Marta llega a sus 493 años de fundada
Rodrigo de Bastidas bautizó
la primera ciudad de América y se prometió en ese momento construir su ciudad
soñada y hacer una conquista civilizada sin masacres ni persecuciones. Así
terminó todo.
Por Enrique Patiño
Santa
Marta y el río Magdalena nacieron de una historia de amor y de un desamor.
Fueron tan voraces y furiosos ambos que tanto el romanticismo como la tragedia
definieron su destino.
El
enamorado tiene una estatua que mira al mar en el camellón de Santa Marta. Se
llamó Rodrigo de Bastidas, era un notario sevillano que se convirtió en
aventurero y reunió lo suficiente como para recorrer a nombre de la Corona
española la Costa Atlántica de principio a fin.
Fue
el primer español en hacer un recorrido desde el Cabo de la Vela hasta el Golfo
de Urabá, apenas nueve años después de que Colón llegara al continente. Le
costó 20 años volver, pero lo hizo con una obsesión: fundar la ciudad perfecta
del Nuevo Mundo en una bahía de aguas tranquilas que había visto en su primer
viaje.
La
recordaba bien: allí corría el viento y las montañas permitían escapar del
calor. Había cervatillos, tortugas marinas, peces que se capturaban casi que
con la mano, árboles de trupillo y ríos fríos que bajaban de los nevados.
Muy
cerca de allí, apenas a una hora en sus naves, era posible acceder a un río
tempestuoso como solo eran los de este lado del mundo, al que llamó como el
personaje de la Biblia que llora la muerte del Mesías: el río de la Magdalena.
Supo que por ahí accedería al resto del territorio.
El
29 de julio de 1525 puso pie en la orilla de la bahía de Gaira, bautizó la
primera ciudad de América en homenaje a Santa Marta, patrona de Sevilla que
cumplía ese mismo día, y se propuso hacer tratos amables con los indígenas.
Desembarcó con parejas casadas dispuestas a tener descendencia, vacas, cerdos,
yeguas y perros. Los habitantes de ahí eran de etnias como los kogui, los
arhuacos, los chimila y los malebúes, y algunos de ellos recogían conchas de
las cuales extraían la cal que mezclaban más tarde con hojas de coca.
Ese
mismo día, Bastidas, pletórico, selló su declaración de amor: .
***
Esa
fue su sentencia de muerte. Exigió aplicar la Ley de Indias para convivir en
armonía con los indígenas. Los gaira, los taganga y los dorsino se amistaron
con él, pero sus hombres enfurecieron.
Consideraron
blando a Bastidas y exigieron oro y sangre: a eso habían ido. A espaldas del
notario, se lanzaron a la cacería de indígenas. Cinco de los suyos se aliaron
para sacar del camino a Bastidas. Con cuchillos en mano atravesaron el pecho
del gobernador. A sus 60 años, el sevillano huyó hacia Santo Domingo en un
navío, pero murió en el camino.
El
desamor le cobró la factura a la ciudad: los conspiradores fueron juzgados; las
familias de las 12 primeras haciendas se dividieron; la gran Teyuna, ciudad de
los Tayronas, quedó abandonada; las poblaciones indígenas fueron arrasadas y la
ciudad fue incendiada 20 veces en 150 años, además de devastada por indígenas,
y piratas franceses, ingleses y holandeses. En el Cabo de la Vela los wayúu
fueron obligados a extraer todas las perlas del océano.
Después
todo fue vertiginoso: el primer palenque de Colombia se fundó allí. También
nacieron las excursiones por el río de La Magdalena, que permitieron la
colonización del resto del país. De allí partió Gonzalo Jiménez de Quesada.
A
Santa Marta llegaron los vestidos de seda para las damas encopetadas que
migraban, arribaron las primeras Biblias y las campanas para las iglesias, la
cristalería y el aceite, los acordeones que hicieron posible el vallenato y con
los siglos surgiría el primer tren conectado a un puerto, que dio origen a la
canción más célebre de la ciudad.
Desde
el río Magdalena los migrantes se expandieron huyendo de los piratas y dieron
origen a un intenso mestizaje que copó las orillas del Magdalena Grande, desde
Punta Gallinas en La Guajira hasta los límites con Santander. Sus ciénagas,
océano y ríos hicieron que, como la Magdalena bíblica, el departamento llorara
agua por doquier.
En
las orillas del río Magdalena nacieron el fandango, el son de negro, el
bullerengue y los sonidos de las tamboras negras mezcladas con gaitas indígenas
y cantos españoles; nacieron las comidas que mezclaron el coco y el azúcar y
los pescados con el plátano frito; nació el fútbol en Colombia y se expandió el
Carnaval de Gaira a Ciénaga y a Barranquilla.
Hoy,
ese gran río recibe el desecho industrial del país interior al que le dio vida.
Y el Magdalena Grande olvida que alguna vez fue una historia de amor.
Es
tan bella su extensión de bajíos y tierras inundadas por ciénagas y mares
azules, tan imponente la montaña más alta del mundo a la orilla del mar, tan
sano su calor exento de enfermedades respiratorias, tan extensas aún sus
sabanas y desiertos, así como fértiles sus terrenos que es fácil caer, como
Rodrigo de Bastidas, de nuevo, enamorado.
En la época anterior al colonialismo, la región estaba habitada por numerosas comunidades indígenas. A causa del saqueo colonial, poco se sabe sobre los primeros habitantes de la zona. La mayor parte de nuestro conocimiento proviene de los Tayrona. Estaban organizados, tenían áreas pobladas medianas o grandes. Sus ciudades eran obras maestras de arquitectura en las cuales habían desarrollado canales de piedra subterráneos, caminos de piedra, terrazas y canales protegidos. Gran parte de la tierra estaba reservada para la agricultura: maíz, piña, yuca y otros cultivos locales. También recogían y negociaban sal – un fenomenal producto básico para ayudarles a prosperar. Los arqueólogos han desenterrado cerámica, oro y piedra que revela alto nivel de la artesanía y el desarrollo de los Tayrona. Y las ruinas pre-coloniales y la historia es lo que atrae a muchos, muchos turistas.
Santa Marta puede presumir ser el sobreviviente del asentamiento español más antiguo de Colombia, además de ser una de las ciudades más antiguas del continente americano. Fue fundada el 29 de julio 1525 por el conquistador español Rodrigo de Bastidas y fue el primer asentamiento de España en Colombia. Instalarse en la base de la Sierra Nevada de Santa Marta no fue un error, ya que habían leyendas sobre el oro de los indios Tayrona, y Bastidas quería una parte para España. El pueblo Tayrona luchó contra los españoles tanto cómo pudieron, pero a finales del siglo XVI, Bastidas y los españoles habían diezmado a los Tayronas y su oro se había derretido y enviado a España.
Santa Marta siempre ha jugado el papel de puerta de enlace, hoy es un lugar de paso para Tayrona, Taganga y muchos otros tesoros. En el pasado, era la puerta al interior de Colombia. Jiménez de Quesada salió de Santa Marta para explorar el interior de Colombia, dos años más tarde fundó Bogotá en 1538 (Una hazaña fenomenal siguiendo el valle del Magdalena).
Santa Marta fue uno de los principales puertos de España, por lo que, a su vez, estuvo abierta a constantes ataques piratas y saqueos hasta que su ciudad hermana, Cartagena, tomó su lugar como el puerto más importante de España, dejando a Santa Marta en relativa paz. En el siglo XX, recuperó su lugar como puerto siendo el lugar desde donde el banano (de la región de Urabá) y el carbón fueron enviados al exterior.
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