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Cinco razones para no ceder el asiento en un bus



¿Alguna vez te ha pasado que por no cederle el asiento a una dama aparentemente sin discapacidad o embarazo se te ha quedado mirando todo el bus como si hubieras cometido un homicidio? En nuestro país y varios otros de la región es algo común. Sin embargo, se trata de algo que deberíamos desterrar, si queremos apuntar a una igualdad de sexos, y con ello de deberes y derechos. Recordemos que la silueta de una mujer no se encuentra entre los clásicos stickers de “Asiento reservado” que se pegan en las lunas.

En algunos países más desarrollados, por ejemplo, el asiento no se cede, se pide. Y claro, se pide por razones médicas que escapan a la vista o similares. Porque cederlo debería tener poco que ver con la caballerosidad, como se nos ha acostumbrado a escuchar. En cambio, tiene que ver con la amabilidad y el criterio: uno debería ceder el asiento a quien vea que lo necesite, independientemente de su sexo. 
 
Una mujer podría (sin tener tampoco la obligación de), por ejemplo, ceder su asiento a un hombre que carga muchos paquetes, o quizás sugerirle ayudarle con ellos y viceversa. Pero no nos vayamos en floro aún. En la siguiente nota encontrarás los cinco motivos para no cederle el asiento a una mujer, porque la sociedad lo manda. Está de más decir (pero lo haremos igual, por si las moscas) que a personas con discapacidad, adultos mayores y mujeres embarazadas sí debes de cederles el asiento, no solo por ley sino por convicción.

1. Hacer valer tu esfuerzo

No es ningún secreto que tanto hombres como mujeres nos esforzamos siempre por obtener las cosas que más nos convienen. Esto se aplica bastante a la hora de viajar en transporte público: salimos temprano de casa o del trabajo para evitar el tráfico y buses llenos, hacemos colas (algo que se ha hecho más frecuente con los nuevos medios de transporte que han ido apareciendo en la ciudad) y esperamos por el bus correcto (el que nos parezca más vacío, en el que posiblemente encontremos una mejor ubicación). Ah, pero más importante aún: pagamos un pasaje, lo que también significa un derecho a obtener asiento. Todo lo mencionado arriba no son pequeñas cosas si se piensa bien, valen un esfuerzo, y un asiento (o un viaje cómodo) es el resultado de él. ¿Por qué cederlo tan fácilmente?

2. También tienes derecho a estar cansado

Para muchas mujeres, e incluso para algunos hombres, la siguiente escena es terrible: un hombre desparramado en su asiento metiéndose una rica jateada, mientras una mujer a su lado se encuentra de pie sostenida del pasamanos. ¿Y si fuese al revés, también te parecería mal? En realidad, sí te parece mal eres bien machista, de esos que piensan que la mujer es el sexo débil. ¿No tienen los hombres el mismo derecho que las mujeres a estar cansados? Pocas veces uno se pone en su lugar pero, ¿no son humanos? ¿No se enferman también?

3. Las mujeres pueden sentirse ofendidas

Sí, porque en varias partes del mundo –y en menor medida, en nuestro país– esta caballerosidad chapada a la antigua ha dejado de ser una práctica común. Incluso algunas mujeres encuentran el gesto humillante. Esto porque hoy ellas toman mayor conciencia de la capacidad que tienen para hacer las cosas: “¿Acaso por permanecer parada siendo mujer me voy a romper?”. Aunque no lo creas, hay mujeres que piensan así, pero de todas formas aceptan el anticuado gesto para no dejarte mal (parado). Pero eso no es todo, están también las que creen que cederles el asiento es tu forma de sacar plan. O podría pasar que le des el asiento a una mujer “embarazada” y esta te mire mal porque no esté esperando, solo un poquito subida de peso… No, pues.

4. Parado puedes pasar por ‘punteador’

Para los no-mañosos puede ser un martirio ir en un bus repleto de gente. Y es que últimamente con tanto caso de pervertido en Internet y en las noticias hay que andar con mucho cuidado para no pasar, por accidente, como uno de ellos. En los buses, el más mínimo roce –quizás para llegar a la puerta del vehículo– puede ser percibido como si existieran segundas intenciones, por más que no sea el caso. “¡Pero el bus está lleno!”. No señor, estás fregado: Te meten preso y tu cacharro se vuelve viral en Facebook. Así como así, te convertiste en “El punteador del Corredor Azul”. Sentadito, a no ser que verdaderamente seas un enfermo sexual, nadie te acusará de nada.

5. ¿Le darías el asiento a un hombre de tu edad en buena condición física?

Si la respuesta es “no”, ya sabes lo que sigue. Pero te lo decimos de todos modos: las mujeres no son de ninguna manera menos capaces de permanecer de pie que un hombre. Cederles el asiento sin motivo, solo por cumplir con un protocolo establecido por una sociedad machista (suena irónico pero así es), será simplemente seguir malacostumbrando a aquellas mujeres que creen que se merecen tu asiento solo porque nacieron mujeres. Sonará súper masculinista (sí, existe el término) pero ellas piden equidad, así que ¿por qué no dársela en todos los aspectos?







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